Ahí, ahí, al tacto de los dedos
el Verbo yace en una pobre cuna;
el Verbo se hizo carne hasta la muerte,
perenne amor en frágil criatura.
Quitó de sí la gloria deslumbrante,
vistió en su piel mi propia vestidura,
y fuera del pecado todo es suyo,
primero de los hombres en la lucha.
Y luego se ha quedado cual semilla
que encierra savia nueva en tierra oculta,
y cada corazón es nacimiento,
y el Verbo Dios, presencia que perdura.
Henchida está la tierra de alabanza
y grávida de Dios cual Virgen pura;
¡arriba el corazón, a cielo abierto,
que el Verbo se hizo carne, historia y ruta!
El canto es de los pobres, ¡alegraos!,
cantad a Dios, reíd con alma lúdica,
y sea la esperanza luz del puerto
al par de la faena en noche oscura.
¡Jesús, a quien llamamos Verbo eterno
y Hermano que en tu sangre nos aúnas,
a ti te bendecimos sin descanso,
oh Dios de Dios, a ti la gloria única! Amén.
Fray Rufino María Grández, "Himnario de Adviento y Navidad".
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