Vuestra admirable vida
en la sombra, José, se deslizó
humilde y escondida,
¡pero fue augusto privilegio vuestro
contemplar muy de cerca la belleza
de Jesús y María!
José, tierno Padre,
protege al Carmelo.
Que en la tierra tus hijos
gocen ya la paz del cielo.
¡Más de una vez, el que es Hijo de Dios,
y entonces era niño
y sometido en todo a la obediencia vuestra,
sobre el dulce refugio de vuestro pecho amante
descansó con placer!
Y como vos, nosotros,
en la tranquila soledad, servimos
a María y Jesús,
nuestro mayor cuidado es contentarles,
no deseamos más.
A vos, Teresa, nuestra santa Madre,
acudía amorosa y confiada
en la necesidad,
y asegura que nunca su plegaria
dejasteis de escuchar.
Tenemos la esperanza de que un día,
cuando haya terminado la prueba de esta vida,
al lado de María iremos, Padre, a veros.
Bendecid, tierno Padre,
nuestro Carmelo,
y tras el destierro de esta vida
¡reunidnos en el cielo!
Santa Teresa del Niño Jesús
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