El que nació de abeterno,
el Verbo eterno del Padre,
hoy nace de Virgen Madre,
pequeñito niño tierno,
por destruir el infierno
librándonos de sus males.
¿Y que haya hombres infernales
que, despreciando tal suerte,
se entreguen a eterna muerte?
¿Quién vió desperdicios tales?
¡Oh feliz alma que vives
en el que es eterna vida!
Muestra serle agradecida
al mismo Dios que recibes,
y los bienes que concibes
nazcan en tu sumo bien,
y fuertemente le ten;
es el que hace maravillas
por daros eternas sillas,
pastores los de Belén.
Derrama corales finos
y perlas, muy de mañana,
dando su sangre temprana,
con deseos peregrinos
sus miembrecitos divinos
de darla toda también,
muriendo en Jerusalén.
¿Quién, sino el coral precioso,
vierte, con deseo ansioso
que derrame perlas, quién?
A la voz de su grandeza
pastores dejan sus greyes,
humildes le adoran reyes
reconociendo su alteza
y su infinita riqueza.
Son inmensidades tales
no entendidas de mortales
las del que, así empobrecido,
en un pesebre encogido
no tiene para pañales.
Cecilia del Nacimiento
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