¡Oh Virgen del Jardín de la caída,
fulgor tras el pecado,
oh Virgen signo, Virgen vencedora,
contigo al Dios de gracia celebramos!
Efigie de la Iglesia, Virgen pura,
dulcísimo regalo,
Mujer toda perfecta por ser limpia,
primer amor del mundo, Edén soñado.
¡Ah cuántas alabanzas de ti dicen
los bien enamorados!
¿Por qué, insignificante Nazarena,
tu nombre en nuestro pecho está grabado?
Porque eres la respuesta muy sencilla
a aquello que anhelamos;
porque eres pura gracia simplemente,
la dócil criatura entre sus manos.
Porque eres obediencia al Fuego y Soplo,
-tu ser, divino barro-;
porque eres nada tuyo, todo suyo,
oh límpida belleza que admiramos.
¡Divina Trinidad de nuestra vida,
fanal de nuestros pasos,
tu gracia desbordada sea gloria,
el mundo por María restaurado! Amén.
Fray Rufino María Grández, "Himnario de Adviento y Navidad".
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