Fue su cuna el amor sin principio
en el seno del Padre mecido;
fue su cuna ternura divina,
Dios de Dios con humano latido.
Fue su cuna en Belén una virgen
que adoraba el misterio acogido;
fue su cuna un pesebre caliente,
con pañales de infante ceñido.
Fue su cuna una Cruz con espinas
que es la ferza y escándalo unidos;
fue su cuna el Espíritu Santo,
bajo el signo del pan y el bautismo.
Es su cuna la Iglesia materna
que recibe la Gloria en un Niño;
es su cuna mi pecho anhelante
de su amor y palabras herido.
¡Gloria al Hijo engendrado en el Padre,
gloria al Padre que engendra a su Hijo,
gloria al Ósculo santo y fecundo,
Trinidad de los siglos por los siglos! Amén.
Fray Rufino María Grández, "Himnario de Adviento y Navidad".
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