Y dijo Dios y fue la suavidad,
las manos de una madre que acaricia,
la tersa piel, el seno que alimenta,
los labios que le cubren de delicia.
María, Madre, pura de belleza,
castísima y fecunda sin mancilla,
perfume del Señor, y Tierra virgen
sembrada del Espíritu, bendita.
Es suave nuestro Dios como la paz,
bandera blanca, cálida cobija;
y si mi cuerpo toca con su mano,
mi cuerpo sana y brilla mi sonrisa.
Y todo lo ha tocado el Verbo imagen,
y en todo puso amor y maravilla;
y el mundo amado está divinizado.
y estamos ya salvados en primicia.
Porque él es nuestro, grato vecindario,
porque él está a la puerta y a la esquina,
porque él es Dios de casa, conocido,
amigo antiguo, y más y más familia.
Mi Dios de suavidad, a ti me arrimo;
a ti digo mi amor con voz sencilla;
a ti te escucho, a ti, a ti te alabo.
Mi Dios y todo, mi gloria mía. Amén.
Fray Rufino María Grández, "Himnario de Adviento y Navidad".
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